Lectura rápida, ¿para qué?

Actualmente, el uso cotidiano de las nuevas tecnologías ha provocado cambios en nuestra capacidad de atención, así como en distintos hábitos y hasta en los movimientos corporales, particularmente, en la manera en que usamos las manos y los ojos, que se adaptan al uso de los dispositivos electrónicos.

Aún sin saberlo, nuestra sociedad utiliza intuitivamente algunas técnicas para asimilar rápidamente información, ya sea como forma de entretenimiento, para mejorar su desempeño escolar, para cumplir con su meta de libros leídos en el año, o a fin de estar al día con los documentos de trabajo, etcétera. Pero el hecho de que nuestros ojos se muevan más rápido o podamos, aparentemente, procesar mucha información en poco tiempo, no significa que apliquemos las técnicas adecuadas, o que estemos aprovechando de manera eficiente el potencial de nuestra atención.

La manera en que se asume la lectura hoy día también ha cambiado. Antes de la década de los cincuenta, la gente creía que se leía mirando una letra o una palabra, comprendiendo su significado y pasando, entonces, a la siguiente. Un cambio de paradigma surgió con las teorías de la semiótica, el estructuralismo y el postestructuralismo. Estas disciplinas pusieron el acento en las funciones simbólicas de las palabras, las letras o los signos, así como la relación entre los objetos, las interpretaciones y la comprensión de las realidades. Esto es, propusieron distintas visiones de interpretación y entendimiento del signo.

En cuanto al estudio de la capacidad física de captar estímulos, hubo un interesante experimento de la fuerza aérea estadounidense en el que se utilizó un taquistoscopio, dispositivo que muestra una imagen por un lapso de tiempo y luego la borra. Esta herramienta se utilizó la detección de aviones enemigos por parte de los pilotos. Debido a dicho experimento, se descubrió que una persona lectora entendía en su totalidad las cuatro palabras que parpadeaban en una pantalla a 1/500 de segundo.

En 1959, Evelyn Wood, empresaria y educadora estadounidense, creó un sistema que permitió aumentar la velocidad de lectura promedio de entre 200 y 230 palabras por minuto, a 300; este sistema finalmente se enseñó a miembros de la Casa Blanca y a estudiantes universitarios hasta finales de los noventa. Por esta innovación, Evelyn Wood es considerada la inventora del método de lectura rápida. Las técnicas se han ido perfeccionando y ajustando a lo largo de los años. Actualmente, existen ejercicios para entrenar nuestro ojo y no sólo aumentar la velocidad de sus movimientos, sino también para recorrer una página con un método particular y captar las palabras principales de un texto. A la par, es necesario también entrenar nuestro cerebro para desarrollar una mayor concentración y asimilación de los datos.

Las distintas técnicas de lectura rápida nos permiten ahorrar tiempo, pues posibilitan leer un libro de hasta 100 páginas en dos horas, por ejemplo, y ser capaces de comprender todo el contenido. Por supuesto, esto conlleva resultados positivos en la vida académica y profesional, además de generar un bienestar anímico, pues podemos disfrutar más de las sesiones de estudio y tener tiempo disponible para el ocio.

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Fuentes bibliográficas:

 Historia de la lectura rápida!! – ¿Sabes su origen? (2019, 23 diciembre). Lectura Rápida. https://lecturarapidaycomprension.com/historia-de-la-lectura-rapida/

Morales Caguana, E. F., Guevara Espinoza, J. C. y Malo Toledo, C. F. (2018). Lectura rápida: Herramienta fundamental en la Educación Superior.

Orellana, R. (2023, 3 abril). 7 razones por la que la lectura rápida es buena para tu cerebro. https://es.linkedin.com/pulse/7-razones-por-la-que-lectura-r%C3%A1pida-es-buena-para-tu-cerebro-ruben

 

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